Es un libro contra los ecologistas, pero no contra la ecología o contra la naturaleza.
El libro trata el activismo ecologista como una amenaza directa a la libertad en nombre de unos principios absolutos e incuestionables. Señala a este respecto que la actitud de los ecologistas ante la naturaleza es análoga a la actitud marxista respecto a las leyes económicas; también los ecologistas intentan sustituir la libre espontaneidad del desarrollo del mundo (y de la humanidad) por una planificación óptima, central o global del desarrollo mundial…como las demás utopías, ésta solamente se podría alcanzar gracias a la restricción de la libertad y al dictado de una minoría de elegidos sobre la mayoría aplastante del resto de las personas.
Existe un nivel de duda razonable sobre el fenómeno del calentamiento global y acerca de si ese fenómeno es o no un derivado de la actividad humana.
El libro califica el ecologismo como una ideología populista y no como algo de carácter científico. A este respecto Klaus apunta lo siguiente: Aunque el ecologismo presume de tener carácter científico, en realidad es una ideología metafísica que en el fondo rechaza ver el mundo, la naturaleza y la humanidad tal y como son realmente, rechaza ver su desarrollo evolutivo natural y venera el estado actual de la naturaleza y del mundo convirtiéndolo en una especie de norma intocable, cuya modificación de cualquier índole presenta como una amenaza nefasta.
Ésta es la línea argumental más interesante y original del libro: La del activismo ecologista como una amenaza a la libertad frente a la cual la ortodoxia de lo “políticamente correcto” impone el silencio Al final del libro, como síntesis, presenta un conjunto de principios de acción del mayor interés y que son los siguientes:
En vez del medio ambiente, promovamos la libertad.
No antepongamos cualquier cambio del clima a cuestiones fundamentales de la libertad y la democracia.
En vez de organizar a la gente desde arriba, propiciemos que cada uno viva según su propio criterio.
No sucumbamos a temas de moda.
No permitamos la politización de la ciencia y no sucumbamos a la ilusión del consenso científico que, de todos modos, siempre se está intentando conseguir pero solamente por parte de una minoría ruidosa y no por la mayoría silenciosa.
Seamos sensibles y cuidadosos con la naturaleza y exijámoslo en su vida personal también de aquéllos que tanto hablan del medio ambiente.
Seamos humildes frente a la evolución espontánea de la sociedad humana, creamos en su racionalidad implícita y no intentemos frenarla y desviarla en cualquier otra dirección.
No nos asustemos a nosotros mismos con previsiones catastróficas y no abusemos de ellas para la defensa e implantación de intervenciones irracionales en las vidas humanas.
En suma, vale la pena leerlo para todo aquél que no acepte dogmas incuestionables y pretenda utilizar un sentido crítico. Se esté de acuerdo o no con la totalidad, es cierto que toca temas que la “onda verde” ha conseguido que sean impopulares sin que ello les quite la más mínima validez.
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